martes, 26 de junio de 2012

Las paradojas de la política homosexual en tiempos de derecha


Cristian Cabello (Chile)

* Texto leído en el Foro ¿Estamos conformes?: Chile y la diversidad sexual después de la ley Zamudio realizado en la Escuela de Sociología de la Pontificia Universidad Católica de Chile y donde participaron Rolando Jiménez (Presidente y Fundador del Movilh), Claudio Alvarado (Abogado y Director de Contenidos IdeaPaís) y Cristián Cabello como representante de la Coordinadora Universitaria por la Disidencia Sexual (CUDS). La mesa se llevó a cabo el pasado 14 de junio de 2012. Texto publicado en http://www.disidenciasexual.cl

La paradoja es la siguiente: ¿cómo la homosexualidad perdió su estigma de enfermedad, vicio y alteridad siendo reconocida ahora por la política tradicional, abrazándose con el Estado y sus ministros sin problemas? Pero aún más, ¿cómo fue que la identidad política homosexual institucional aparece como algo positivo en el contexto de un Gobierno de derecha? ¿cómo el homosexual devino algo bueno para la política? Y, esto me interesa en gran medida como activista de la disidencia sexual, ¿cómo es que la identidad política de la mujer -feminista- en tanto lucha política sexual sigue siendo criminalizada y oscurecida por el espacio público-político a diferencia de lo que ha ocurrido con la identidad política homosexual cada vez menos incómoda? Finalmente, ¿por qué no se relacionan feminismos y políticas homosexuales?
La victoria de la política liberal es justamente esta: la individualización de sus políticas, el aislamiento de los grupos políticos entre sí, la departamentalización de los cuerpos políticos; es decir que cada uno marche en sus marchas - los días que le corresponda-, que cada uno luche para legitimar sus propios cuerpos, que cada uno tenga sus sedes y que por sobre todo, que cada grupo social presente al Estado sus exigencias y demandas que siempre deben ser distintas entre sí, pero muy identificables en su individualidad o identidad. Nunca, pero nunca deben confundirse entre sí.
Aquí también resalto un carácter importante de la política y su relación con las diferencias sexuales: la política excluye y rechaza lo sexual. “El ideal de lo cívico público de ciudadanía”, señala la teórica feminista Iris Marion Young, descansa “en una oposición entre razón, por un lado, y el cuerpo y el deseo por el otro” (1). Esta exclusión del deseo sexual caracteriza la política homosexual en un gobierno de derecha, a diferencia de un feminismo donde el cuerpo es el terreno mismo de la disputa. Se trata de parecer lo menos diferente y anormal posible, se trata de parecerse al UNO que genera el consenso. Sin duda la Fundación Iguales como organización de política homosexual en tiempos de derecha, es un caso paradigmático para comprender cómo la política homosexual se aproxima a “la política” tradicional dominada por hombres heterosexuales y blancos.
Los discursos que apelan a la “diversidad” como modelo de la integración son también rápidamente apropiados por un liberalismo universalista. No tienen ninguna politicidad en sí mismos, más que gestionar un campo virtual donde las identidades subalternas se reúnen: negros, mapuches, gays, mujeres, pueden convivir más como valor patrimonial de unas identidades reconocidas, que como un conjunto de políticas que se enlazan y comunican para producir transformaciones culturales. Supuestamente la diversidad habla de todo pero en realidad y específicamente no habla de nada, hace desaparecer las diferencias en su montaje cultural. La diversidad es el modo de ordenar los disturbios políticos. Uno de los directores de la Fundación Iguales -que busca defender los derechos de homosexuales- señaló luego del ataque a Daniel Zamudio que la política homosexual no se trata:
“solamente de la tolerancia y del respeto por la diversidad sexual, es por la diversidad en general, Nosotros tenemos una mesa de coordinación con la comunidad judía, con organizaciones de personas del extranjero, mapuches, y la discriminación está latente en todos los sectores”(2).
Existe entonces un borramiento de lo sexual, de lo que define a una identidad particular minoritaria homosexual, donde se opta por un concepto más universal como “diversidad” a secas, para evitar lo problemático y ambiguo para la política como sería esa diferencia sexual. Precisamente el desplazamiento que ha generado Fundación Iguales es escabullirse de la noventera política de “minorías”, una política que siempre sonó distante y demasiado resentida ya que en sí misma marcaba una diferencia incómoda, y que culturalmente no tiene ninguna relación con el perfil profesional de clase alta y homosexual que lidera la política homosexual de la Fundación dirigida por Pablo Simonetti. Lo minoritario, se volvió ahora exigencia de “igualdad”, eso que era margen se volvió mayoritario.
La paradoja de la política homosexual liberal se ilustra también en sucesos políticos donde la “libertad de expresión” -discurso ligado a los derechos humanos de los cuales depende la homosexualidad- se pone en disputa. No basta con buscar una “libertad” de expresión, un lugar con identidades políticas para expresarse, no basta encontrar un lugar en la política. Recordemos los recientes casos donde las estéticas fascistas y derechistas se han tomado el espacio público (como el homenaje a Krasnoff y el reciente homenaje a Pinochet) donde paradójicamente un grupo de modo inesperado se apropia del discurso de la tolerancia, el respeto y la libertad de expresión -el mismo discurso que ocupa la política homosexual- ¿hay un grupo con más derecho de ocupar esta estética enunciativa? ¿Pertenece más a un grupo que a otro este tipo de narrativa política? A diferencia de Mireya García, presidenta de la Asociación de Familiares Detenidos Desaparecidos, quien a propósito del Homenaje a Pinochet afirmó que la libertad de expresión tiene sus límites, durante el gobierno de derecha, es decir fuera del consenso político concertacionista, la libertad de expresión es un discurso que muestra por si sólo sus límites en procesos de conflicto político, ya que la libertad liberal distorsiona la libertad como un espacio individual de expresión que no reconoce jerarquías entre sí. Un pinochetista, un gay, un mapuche, una mujer, no son sólo identidades que quepan en la categoría “diversidad” sino que entre sí poseen jerarquías y potenciales de poder distintos entre sí. Cabe preguntarse ¿Son los discursos de la tolerancia y la libertad de expresión estéticas derechistas o más bien son simplemente un modo útil de neutralizar lo político? Justamente la política ultraderecha ocupa el discurso de la libertad de expresión para atenuar lo conflictivo de su política, incluso lo inhumano que hay en ella. El mismo uso performático tienen los discursos de la libertad de expresión en el caso de la política homosexual donde se neutraliza lo problemático sexual para la política heterosexual-masculina, que excluye todas esas prácticas sexuales, modos de vivir erráticos, conflictos y múltiples prácticas más allá de lo monogámico o familiar que se puede abrir con lo no-heterosexual.
Es necesario pensar radicalmente la política identitaria, comprender que la política homosexual no pertenece sólo y exclusivamente a homosexuales. Quizás este sea el éxito aparente que han tenido las políticas de la Fundación Iguales que ha logrado salir del tópico homosexual, por una idea fuera de lo homosexual, donde llaman a participar de actividades a favor de homosexuales, pero llamando también a heterosexuales, pero por sobretodo a la familia, ya no hay queja, ni resistencia, sino un abogar por el valor de la familia: ¿qué tiene de conflictivo esto? La política de tolerancia que está en el ADN homosexual impide pensar al homosexual como un sujeto complejamente político, sino que sólo busca adecuarse positivamente en el espacio privado de su hogar o familia. El problema de Iguales es que despolitiza lo sexual, lo borra más que ninguna otra política homosexual, es política sexual sin sexo, lo que es sin duda propio de una política más cercana a una cultura religiosa-liberal, que a una cultura política que abogue por hacer aparecer conflictos culturales. El problema de Fundación Iguales es que desplaza la insistencia por lo homosexual, poniendo en un primer plano ya no lo sexual, sino un orden familiar, un ideal de ciudadanía donde el homosexual sólo espera la ayuda y protección del otro y donde abundan discursos de cuidado con lo homosexual, discursos de un cuerpo gay sano o lo que llamo la “buena vida” que quieren los gays, ya que insisten en pedir familia, pero para pensar eso, primero necesito tener una casa y ojala una nana para cobijar una familia.
¿Qué debates o transformaciones del valor cultural de lo homosexual han ocurrido en la política? Es preocupante que ahora todos tengan un amigo homosexual, que el homosexual devenga simplemente un signo positivo para sentirnos mejores, para ser “una mejor sociedad” ¿es el gay ahora un signo de diferencia positiva? Y, esta me parece una pregunta necesaria y ausente, ¿qué nos entrega la identidad homosexual en el contexto de derecha que produce una “mejor” sociedad? El valor positivo no está en la identidad homosexual, no es el homosexual el “mejor” sujeto, considero que esta integración del homosexual en derecha, ayuda más a la política heterosexual liberal que aparece como la protectora de los desvalidos.
Todas la identidades personales están enraizadas en contextos colectivos culturalmente determinados”(3)-señala Jorge Larraín-, sin embargo la producción de la identidad homosexual parece no tener un contexto con densidad cultural, tan sólo una historia de victimización que constituye su narrativa política. Hay un conflicto en la comprensión de la identidad sin o lejos de la diferencia y que la política homosexual entiende principalmente como la búsqueda de la dignidad humana, ser “mejores” personas, es decir, donde el homosexual liberal busca sólo su dignidad y estatus, donde buscan un modo correcto de representar su identidad, quizás por esto es incapaz de relacionarse con otras identidades marginadas de la sociedad, quizás por esto la homosexualidad política no tiene marcas de clase, de este modo consideramos la política homosexual como una política sin política o despolitizada debido a su falta de conflictividad y articulación con otros sujetos políticos. El concepto de dignidad y conservación de un sí mismo, contrasta con un concepto como diferencia más abierto y complejo, y el cual el feminismo contemporáneo entiende  no como “la diferencia natural o históricamente dada [no se reduce a lo biológico], sino a un proyecto de final abierto que debe construirse- [y que] puede ofrecerles también a las mujeres [y homosexuales] la posibilidad de pensar en todas sus otras diferencias”(4).
Finalmente ¿por qué la política sexual del homosexual que se quiere casar, sentirse como igual, avergonzándose de su diferencia, pasa a ser amiga de la política liberal a diferencia de una política sexual feminista donde las mujeres abortistas siguen siendo criminalizadas por el Estado? ¿por qué el homosexual que era condenado por sus prácticas sexuales no-reproductivas, pasa a ser más positivo que una mujer que aborta? Al parecer a la política liberal no le interesa qué hace con su cuerpo el gay, a diferencia del control sobre las mujeres. Tanto feminismo como política homosexual podrían compartir una crítica común a un sistema heterosexual, pro-familia, donde culturalmente se instalan ciertos modos morales de comprender la sexualidad. ¿por qué el homosexual debe sólo luchar por cuidar su espacio privado, para asegurar su familia y para proteger su identidad? Es fundamental producir una política sexual radical no basada en identidades que el liberalismo separa y segmenta en grupos aparte, es urgente que la política homosexual exija y luche por la libertad los cuerpos, más allá de su identidad.
NOTAS
(1) YOUNG, Iris Marion (1998) “Imparcialidad y lo cívico-público. Algunas implicaciones de las críticas feministas a la teoría moral y política”, pág. 445-469. En La democracia en sus textos, Rafael del Águila Tijerina (edit.), Editorial Alianza.
(2) Entrevista a Andrés Soffia, director ejecutivo de la Fundación Iguales. Radio Cooperativa, 28 de Marzo. http://www.cooperativa.cl/fundacion-iguales-faltan-politicas-publicas-para-que-qaceptemos-la-diversidad/prontus_nots/2012-03-28/200355.html
(3) Jorge Larraín. Identidad Chilena. Editorial Lom, 2001, pág. 21-48.
(4) BRAIDOTTI, Rosi (2000) Sujetos Nómades. Corporización y diferencia sexual en la teoría feminista contemporánea. Editorial Paidòs, Buenos Aires. Pág. 123.

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